Una de las especies más queridas y también por desgracia más maltratadas de Norteamérica son los castores, que son de hecho el símbolo de Canadá. Hubo un tiempo en que más de 400 ejemplares de esta especie habitaron estas tierras. Su presencia fue tan notable que existen zonas de Canadá cuyo suelo debe hasta la mitad de su sustrato a la labor de los castores.
En efecto, estos roedores semiacuáticos desempeñan un papel fundamental en multitud de ecosistemas. Los castores favorecen con sus diques la humedad de prados en los que aumenta la biodiversidad. Además permiten que el agua de los arroyos donde actúan se mantenga potable al retirar tanto el carbono como el nitrógeno. Hay incluso ocasiones en las que se han comportado como verdaderos héroes.
Los habitantes de Utah, sin ir más cerca ni más lejos, jamás olvidarán a los seis castores que salvaron su reserva ornitológica. Fue hace un par de años, cuando un vertido de fuel incontrolado proveniente de Salt Lake puso en jaque el hábitat de un sinfín de especies. Si no hubiera sido por el empeño y el tesón de apenas media docena de estos roedores, muchos animales habrían muerto y la zona habría quedado prácticamente yerma. Gracias a su potente dique la naturaleza sigue regalando cada día a los habitantes y visitantes del lugar un espectáculo para los sentidos.