El didgeridú es el tradicional instrumento musical de viento interpretado por los aborígenes australianos desde tiempos ancestrales y remotos. Se compone de un palo, casi siempre de eucalipto, cuyo interior ha sido devorado por termitas dándole una cualidad hueca. Al soplar por él las ondas longitudinales sonoras vibran en la cavidad generando un sonido vibrante, grave y profundo que parece salido de otros tiempos.
Es un instrumento polifónico y no melódico que, debido a sus propiedades relajatorias y aplicaciones terapéuticas, se ha popularizado en occidente integrándose en la medicina holística. Para tocarlo se usa la respiración circular, ciclo continuo en el que exhalamos aire a la vez que lo inhalamos. Es una técnica conocida en la meditación, muy apropiada para rebajar nuestra ansiedad.
Su origen se encuentra en el norte de Australia, en la Tierra de Arnhem. Gracias a su representación en pinturas rupestres hace unos 10.000 años, se ha datado en esta época su aparición. Otros arqueólogos y antropólogos localizan su surgimiento con la llegada de los primeros humanos a Australia hace unos 40.000 años o incluso en tiempos pretéritos.
Es necesaria una breve explicación sobre las creencias religiosas de los nativos australianos. Su panteón es politeísta y totémico. Su cosmogénesis se denomina “El Tiempo del Sueño”. Según esta, el Creador hacia real los diferentes elementos del mundo según los soñaba cada día. Solo le falta descansar al séptimo día para guardar más similitudes con el mito de la Creación judeo-cristiana.
Cuando sueña y crea un animal, esté a su vez sueña y crea otros fenómenos encadenados. El mito culmina con El Soñar de las personas, que son las únicas que entienden El Sueño y su conexión con el arquitecto del universo. Llegan a la conclusión de que están en la tierra para cuidar de ella y que el digeridú es el instrumento otorgado para que sirva de unión entre ellos y la naturaleza.
Al didgeridú se le atribuían propiedades mágicas y se le suponía un sonido proveniente de dios. Debido a que carecían de escritura, la cultura se transmitía de forma oral a través de mitos y leyendas. Estas eran relatadas al caer la noche y en torno a la hoguera de campamento. Se las acompañaba con el didgeridú subrayando mediante el hondo sonido el carácter místico de la historia. Algunos eran sagrados y se decoraban y usaban con carácter ritual.
El instrumento de viento formaba además parte de la identidad del clan. Cada tribu o grupo de individuos podía ser reconocido por otros paisanos gracias al peculiar sonido de su didgeridú. En esta línea cada tribu lo nombraba de una manera. La técnica es bastante complicada y las mismas melodías y sonidos se llevan transmitiendo miles de años.
Las leyendas aborígenes sobre su origen son tan ricas como imaginativas. La más popular relata que un tal Bur Buk Boon se dedicaba a preparar la leña para hacer un fuego cuando se percató de que un tronco estaba lleno de termitas. Raudo, lo sacó del fuego y para salvar a las termitas sopló por dentro de él provocando el hipnótico sonido.
Didgeridú es el nombre que le dieron al instrumento los colonos británicos cuando se asentaron en australia. Es una palabra onomatopéyica basada en el sonido producido. Existen varias decenas de nombres nativos para referirse a él: yidaki, mago, gurrmur, emu...
Sobre su origen y popularización es importante destacar que por su condición nómada y cultura paleolítica, los aborígenes necesitaban un instrumento versátil que no fuese una carga en sus continuos desplazamientos. El didgeridú era perfecto para esto: se podía encontrar muy facilmente y por tanto reemplazarlo para cada uso. La única excepción eran los ceremoniales, que de todas maneras pesaban muy poco y podían ocultarse con facilidad.
A veces se toca acompañado de unos bumeráns que hacen las veces de percusión. Otras culturas del mundo han tenido o tienen instrumentos similares a los que han atribuido historicamente usos litúrgicos parecidos. Algunos de ellos son: la trompa bávara de los Alpes, la trutruca y el ñolkin de los mapuches del cono sur americano, el erke boliviano y argentino, el shofar hebreoo el dungchen tibetano.